El Mártir (del siglo XXI)
Foto de Aurelio Monge (2012)
Inspirada en las múltiples obras de La Crucifixión. En ella Monge escoge como protagonista a un ciudadano corriente de su tiempo y lo presenta como mártir.
Ya no es Cristo quién representa la sociedad del siglo XXI profundamente transformada por el capitalismo y el libre mercado global. Se trata del consumidor anónimo, resignado, martirizado por un sistema que lo mantiene atado a los clichés, los mismos productos de consumo, las redes sociales, el mundo digital y la tecnología.
Los clavos han sido sustituidos por el bombardeo de marcas, logos e iconos (iPod, facebook, youtube, adidas, Coca-Cola, windows…). Nike abre una herida en su costado y lo desangra, lo consume, lo arruina. Sus brazos suspendidos dibujan una W invertida a modo de gráfica, como los indicadores bursátiles con sus ascensos y caídas. Las manos penden de dos puntos de luz, esa misma energía de la que todo el sistema depende. La cabeza está echada hacia delante y cubierta por una gorra de visera, sustituta del elegante sombrero y símbolo del globalmente extendido "modelo americano". El mártir se convierte así en una figura sin rostro, sin identidad propia, sin criterio, sumiso y obediente, lo cual se manifiesta también en sus pies cruzados, atados al suelo, a la vida terrenal, material, lejos de la fe que lo proyectaba hacia otra vida. Carpe diem.
El mártir no aparece desnudo, como es costumbre, sino ataviado con chandal deportivo, insignia del hombre moderno que sustituye al traje y los tejanos del día a día para manifestar su disponibilidad de tiempo para el ocio (que no necesariamente para hacer ejercicio). Se cubre así su cuerpo y oculta su malestar con su propio físico, sus complejos y consigo mismo, al tiempo que representa una sociedad cada vez más conservadora que censura el desnudo y lo relaciona con el sexo y la pornografía.
Ese mismo vestuario, fabricado a base de polímeros y lavado con detergentes derivados, representa el fin de una era dependiente del petróleo.
El fondo escogido para esta obra es una oscura pared de un moderno edificio, con su placado metalizado que esconde una estructura de hormigón armado y una red de cables y conductos. Un placado que ordena el fondo y anula la perspectiva, la sensación de profundidad, de espacio. No hay cabida para este modelo de Hombre en el futuro, no se visualiza ningún elemento de esperanza. El mundo del mártir es plano, cuadriculado, premeditado y se asienta sobre un suelo de adoquines grises y asfalto negro, producto del mismo petróleo…
La paleta de color, aunque virada al azul turquesa, está dominada por la dualidad entre el blanco y el negro. La pureza en su chaqueta, su pecho, donde anida la humanidad innata a su ser, donde se experimenta la sensación de amar, la vida que palpita en su corazón. Blancas y nuevas son también las zapatillas que representan lo nuevo, la seguridad, la protección al andar por los caminos de la incertidumbre así como la autoestima y esa falsa sensación de estar en el "lado bueno" y de no ser el culpable de los males ajenos. Representan esa palabra tan desgastada: "peace".
Negro en la punta de esas mismas zapatillas que todo lo que pisan lo ensucian y en las prendas que cubren sus extremidades inferiores y parte de las superiores. Negro del indefenso, el sedentario, el conformista, el que no se mueve, el que no protesta, el que no lucha ni corre ni huye. Negro muerte.