aguas blancas, ibiza; 06/06/2010
Un buen rato después estaba claro que no iba a resolver nada así. La playa parecía llegar hasta el infinito, y toda ella era más o menos igual. La sorpresa y el sobrecogimiento había dejado paso al vulgar aburrimiento. No quería ni pensar en estar atrapado en esa playa, rodeado de seres informes, teniendo como única diversión saltar de pozo de recuerdos en pozo de recuerdos como quien cambia de sala de cine. Posiblemente lo pasaría bien al principio, pero la diversión me duraría poco. En ese momento no se me ocurría nada más aburrido que pasarme la vida experimentando una colección de sensaciones ajenas sin sentido, sin contexto y sin propósito alguno.
Si en la orilla no había salida probaría el acantilado. En el punto en el que me encontraba la franja de arena tenía unos cincuenta metros deancho, y el acantilado parecía de una altura similar. Me acerqué a él con la intención de trepar. La pared era de marga y mis intentos de escalada terminaron en terrones desprendidos y caídas desde pequeña altura. Nunca he sido muy hábil deportista y no tengo experiencia alguna en alpinismo ni nada similar, así que pronto llegué a la conclusión de que ese camino era inútil.
Me senté en una roca desprendida, donde sufrí un ataque de autocompasión. Me veía playa arriba y playa abajo hasta el fin de mis días. Pensé que quizá los espectros eran humanos como yo que hartos del paso del tiempo atrapados en la playa habían ido perdiendo sus rasgos de persona, convirtiéndose en sombras de si mismos que deambulaban sin propósito ni sentido, sumidos en la contemplación de sus propios recuerdos hasta que un paso desafortunado y el contacto de la mar los hacía desaparecer. Me vi a mi mismo en tal tesitura, soldados los labios de no usar la voz, pegados los párpados por la monotonía del paisaje, perdiendo mis rasgos y hasta mi personalidad. Sólo recuerdos sin razón alguna que les diera sentido.
Hundido en mi miseria y sin saber qué hacer me sorprendió un movimiento a mi derecha. A menos de un metro de mi uno de los seres adelantó una pierna en un paso inseguro, intentando mantener el equilibro, pero... ¡detrás estaba el acantilado! Me giré en un instante, justo a tiempo de ver cómo el ser, continuando su paso vacilante sacaba la pantorrilla y el pié izquierdo de dentro de la roca.
Di un salto y me acerqué al punto desde el que había salido, intentando encontrar un picaporte, una puerta, un vano... sin éxito. Me quedé quieto mirando a diestro y siniestro y al cabo del rato volvió a ocurrir. Primero la cabeza, luego una mano, el brazo, el torso, una pierna y luego la otra aparecieron desde el interior de la montaña, y en menos de cinco segundos había un nuevo habitante de laplaya. Tampoco encontré puerta alguna.
Estaba claro. El acantilado era una frontera y la orilla otra. La población de la playa salía de la roca y desaparecía en el mar. El acantilado era una membrana unidireccional, el portal que permitía entrar en este mundo crepuscular atrapado en un eterno amanecer, mientras que la orilla era el otro pasaje. La playa era un espacio de transición entre dos mundos, donde seres sin personalidad y formados sólo de recuerdos entraban, permanecían un rato y salían al de él al disolverse en la orilla.
Y ¿dónde quedaba yo en toda esta historia? Me toqué la cara y tenía nariz, parpadeé y la playa apareció y desapareció ante mi vista. "Yosoy humano, no he atravesado el acantilado, desperté en la orilla" pensé.
Me dirigí al mar de nuevo, esquivando a un par de golems y me senté en la orilla. Probé no sin cierto temor a meter un pie en el agua y, por suerte, el agua sólo me acarició y mi cuerpo siguió en su sitio. Permanecí allí sentado un rato hasta que tomé una decisión.
Me puse de pié y me quité la camisa y el pantalón. Desnudo, eché una última mirada a la playa, al acantilado y a los seres que andaban aquí y allá, con su gemido suave y persistente, sus cuerpos informes y su terrible poder de entrar en mi mente. Di la espalda a todo y con decisión me metí en el agua. Un paso y otro, el agua en las rodillas, luego en la cintura, en el pecho. Me lancé a nadar. Tampoco soy un gran nadador, pero de algún modo sabía que ésta era la única salida.
Nadé sin prisa pero sin reposo, una brazada tras otra. El agua seguía siendo fresca y estimulante, no fria. En un momento estaba a másde cien metros de la orilla y continué. Estaba cansándome pero sabía que este camino no tenía vuelta atrás. Descansé un instante flotando en la superficie, y al volver la vista atrás vi que el acantilado y laplaya se fundían en una línea casi indistinguible. Debía estar a mil metros de la orilla. Jamás conseguiría volver.Continué en dirección a la luz, a esa promesa de amanecer que no llegaba a cumplirse, a mi esperanza de salir de la playa sin nombre, de un mundo que no era el mio.
Los brazos me comenzaron a doler y las piernas no me respondían. Tragué una bocanada de agua salada que me hizo toser. No lo iba a conseguir. ¿Conseguir qué? No lo iba a conseguir. No había sido una buena idea, más bien había sido una idea nefasta. Iba a ahogarme, a desaparecer, a morir en este mar desconocido, en esta costa sin nombre, dejando tan poco rastro como los desdichados cuerpos que había dejado a mi espalda.
Cuando esta idea se afianzó en mi mente cerré los ojos, me relajé, hinché los pulmones y me dejé arrastrar por la corriente que me separaba de la costa despacio.
Al poco rato noté un calorcillo en la cara. Abrí los ojos y ahí estaba.
El Sol.
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Fin. Ahora cambio de rollo.....
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Ajustes varios en LR, Filtro B+W nd110, Filtro Hitec degradado inverso 3 diafragmas